En el teatro, el tema del amor ha sido representado de formas muy variadas, sobre todo las historias de amores imposibles, como el clásico de Romeo y Julieta de Shakespeare. En el caso de Don Juan Tenorio encontramos otro ejemplo destacable, representando la ruptura absoluta de las normas preestablecidas. Ni la moral de la iglesia ni la justicia de los hombres tienen valor alguno, únicamente la vida como juego y disfrute tiene sentido. Posiblemente, este sea uno de los sueños más antiguos del ser humano: una vida en absoluta libertad, que entra en conflicto con la rígida mentalidad de la España de la Contrarreforma.
Se cree que el personaje de Don Juan debía existir ya en el imaginario popular antes de cobrar cuerpo literario y son muy variadas las versiones artísticas que se han realizado. Del siglo XV, época en la que vivió Don Juan, datan las primeras versiones del mito, por Geoffrey Chaucer. En el siglo XVII es El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, la obra sienta las bases dramáticas de este personaje. Años más tarde, el francés Molière ayudó a la fama del conquistador con el drama Don Juan, y en el siglo XIX José Zorrilla escribiría Don Juan Tenorio, la obra más representada del teatro español. También podemos encontrar este personaje en la Ópera, con Don Giovanni de Mozart, en el cine con películas como Sonatas de Juan Antonio Bardem o Don Juan en los infiernos de Gonzalo Suárez, y escritores como Giacomo Casanova o el Marqués de Sade tienen grandes similitudes con su personalidad, como grandes seductores en el mundo de la literatura y del teatro.
Este Retablo presenta el drama romántico publicado en 1844 por José Zorrilla, que desde su origen se representa el Día de los Difuntos. La acción transcurre en la Sevilla de 1545, últimos años de reinado de Carlos I de España, y se estructura en dos partes: La primera se divide en 4 actos, representando los hechos en una sola noche. La segunda parte se divide en 3 actos y transcurre también en una sola noche, pero pasados cinco años de la primera parte. Las escenas representadas en estas páginas, corresponden al acto III de la segunda parte, la Muerte y Salvación, cuando Don Juan regresa a Sevilla cinco años después, al cementerio donde están enterrados Don Luis, el Comendador y el resto de personajes que asesinó anteriormente, y allí descubre el sepulcro de Doña Inés, que había muerto de pena. Durante una cena aparece el espectro del Comendador, que intenta arrastrar a Don Juan al infierno, pero el fantasma de Doña Inés intercede, consiguiendo la salvación eterna de Don Juan, ascendiendo ambos al cielo. Se utiliza el retablo de puente superior, ya que así, los titiriteros trabajan sobre la boca escena, disponiendo de espacio escénico por delante y por detrás. La estética de este retablo se inspira en el Romanticismo del siglo XIX y la configuración de los títeres es más compleja, de medidas en torno a 45 x 50 cm, con rasgos anatómicos más realistas y sistema de manejo de varios hilos.
La tramoya es el conjunto de máquinas e instrumentos con los que se efectúan los efectos especiales y cambios de decorado en una representación teatral. En la Antigüedad ya contaban con primitivos sistemas de grúa, plataformas portátiles, fondos pintados con tridimensionalidad, periaktas, máquinas de truenos, rayos y lluvia, etc. En la Edad Media surgen complicados juegos de poleas, trucos y estructuras novedosas que triunfaban tanto en los temas religiosos como en los profanos, y más adelante, se introducen los juegos de perspectiva y sonido, los suelos inclinados y el emblemático telón de boca. Con el teatro del Siglo de Oro mejoran los sistemas de poleas y de escotillones, muy populares para hacer volar o desaparecer a los actores en las comedias de magia, y hacia el siglo XIX se perfeccionan todos los sistemas anteriores introduciendo los efectos ópticos con el Teatro de Sombras o inventos como la Linterna Mágica.
